Declaración de Roma 2017
Click aquí | Versión Original de la Pontificia Academia de Ciencias
El Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, expone las principales limitaciones al derecho humano al agua, incluyendo la falta de acceso al agua potable y saneamiento, las inequidades persistentes respecto de la disponibilidad y calidad del recurso. Asimismo, se refiere a las consecuencias negativas de sequías e inundaciones en la producción de alimentos, la prevalencia de enfermedades relacionadas con la contaminación y nos alerta frente a una “economía verde” que, con frecuencia, es verde no porque sea ecológica sino porque su mercancía es la naturaleza.
La crisis socio-ambiental que enfrentamos se deriva de una acción humana irresponsable con el ambiente que ha tenido como consecuencia la multiplicación de situaciones de injusticia socio-ambiental, el aumento de la desigualdad y de la pobreza y la falta de una alimentación adecuada. Cada vez más en todo el mundo la falta de acceso al agua segura y la contaminación de las fuentes afectan, gravemente, la calidad de vida de las personas y, en particular de las mujeres, de los más pobres y de las poblaciones más vulnerables. Además, miles de personas en todo el mundo ven amenazadas sus vidas por exigir el derecho al agua o defender activamente los recursos naturales.
Los modelos productivos centrados en los combustibles fósiles tienen una responsabilidad directa en el calentamiento global. El cambio climático, al igual que la escasez del agua, es una consecuencia de la acción humana. La degradación del ambiente se ha incrementado exponencialmente y el mundo enfrenta hoy las consecuencias de modelos económicos de producción que “privatizan las ganancias y socializan las pérdidas”. En regiones como el Amazonas la deforestación y la contaminación de las fuentes de agua se han acelerado en las últimas décadas como consecuencia del desarrollo de actividades mineras, productivas y de la realización de obras de infraestructura, originando conflictos reales y potenciales de diversos tipos y escalas.
Muchas culturas, sociedades y religiones del mundo reconocen al agua como principio espiritual y material de la vida y como lugar de encuentro. Reconocen también que, en el universo, todo está conectado y que el cuidado de los bienes comunes requiere de soluciones basadas en la cooperación, la solidaridad y la cultura del diálogo. Sobre esta base se deben construir nuevos paradigmas en los que la humanidad no pretenda un dominio ilimitado e irrespetuoso sobre la naturaleza sino más bien ejerza una responsabilidad colectiva.
Las personas y los grupos más afectados por la escasez del agua y la falta de saneamiento básico deben estar involucrados en las transformaciones necesarias para garantizar su acceso universal. Cada uno, desde sus experiencias, sus iniciativas y sus capacidades, está llamado a participar activamente en el cuidado de la casa común. En hogares, barrios, ciudades, regiones y países, con respuestas y acciones pequeñas y grandes, estamos llamados a garantizar el acceso universal al agua segura y al saneamiento, y a ejercer nuestra responsabilidad con nuestros semejantes y con las generaciones venideras.
Asegurar el derecho al agua segura es fundamental para el ejercicio de otros derechos como el de la alimentación, la salud y el bienestar. Los derechos humanos proporcionan una base normativa y constituyen una fuente de autoridad y legitimidad para hacer efectivo el acceso universal y equitativo a este recurso. El derecho al agua potable y al saneamiento, presente en pactos, instrumentos y declaraciones internacionales es indispensable para el desarrollo de la vida humana. Por esto, no admiten discusión en su reconocimiento como derecho humano fundamental.
Aunque el desafío es enorme contamos con la solidaridad, y la sensibilidad colectiva, fruto del diálogo de filosofías, saberes, espiritualidades y epistemologías. Existen hoy múltiples y valiosas experiencias e iniciativas orientadas al cuidado de la casa común. Hoy tenemos una mejor compresión del problema que no es prioritariamente de escasez sino de una gestión inadecuada del recurso. Sabemos que el uso de los combustibles fósiles en la generación de energía contribuye al cambio climático. Contamos con un importante acervo científico, al igual que con tecnologías para la generación de energía limpia que pueden ayudar a mitigar el calentamiento global. Hoy sabemos lo que tenemos que hacer: pensar en otro paradigma de desarrollo centrado en el cuidado de la casa común y en la solidaridad, equidad y justicia en el uso y gestión del agua.
Muchos de los actuales sistemas económicos y productivos, y los modos de vida y de consumo degradan el ambiente. Necesitamos una educación que contribuya a un cambio cultural en torno al reconocimiento del otro y la defensa del agua y de los ecosistemas; nos urge un cambio cultural en el que la ciencia y la tecnología pueden hacer aportes fundamentales en la preservación del agua y su uso universal. Para proteger los bienes comunes es necesario contar con herramientas jurídicas más eficaces. La perspectiva de derechos humanos puede hacer la diferencia: evitar que el suministro de agua y saneamiento caiga en la discrecionalidad de grupos de poder y que más bien constituya una obligación jurídicamente vinculante.
Necesitamos gobiernos que tengan voluntad y fuerza política y puedan generar los cambios necesarios siguiendo el imperativo moral de los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados después del discurso del Papa Francisco a la comunidad internacional, especialmente en los puntos 6 y 14. Esto requiere de un compromiso colectivo con la construcción de políticas públicas globales, estatales y locales que incorporen mecanismos de participación reales y efectivos para el ejercicio pleno de la ciudadanía y el cuidado de los bienes comunes. Hoy es urgente lograr consensos sobre modelos de gobernanza que permitan la formación de una auténtica cultura del agua. Asimismo, los gobiernos deben garantizar la seguridad y la vida de todos aquellos que trabajan por el derecho al agua y la preservación de la naturaleza.
El reconocimiento de los derechos debe complementarse con las responsabilidades de la acción por parte de todos nosotros. Esto implica cambios en estilos de vida, producción y consumo, así como el desarrollo de energías renovables y limpias. La provisión de agua segura en cantidades necesarias, la recolección de las aguas servidas y su disposición ambientalmente adecuada, contribuyen al cuidado de la casa común y a la dignidad de las personas y aporta a la construcción de ciudadanías responsables con las generaciones presentes y futuras.
Cada uno de nosotros, científicos, empresarios, políticos, trabajadores como humanidad, debemos tomar conciencia de que el cambio climático exige medidas concretas y urgentes. En la encíclica el Papa Francisco propone la construcción de una ecología integral en el cuidado de la casa común, invitando a una movilización colectiva y mancomunada en la defensa del acceso universal al agua segura en la que deben participar los gobiernos, las instituciones, el sector privado, los trabajadores y las sociedades de todo el mundo. Hacernos prójimo con el compromiso colaborativo y la acción colectiva es necesario para evidenciar la urgencia del cambio de la racionalidad instrumental hacia una verdadera solidaridad intergeneracional. Hacemos un llamado a implementar una Ecología integral, que incorpore la dimensión ambiental, económica, social y cultural, y que contribuya a la construcción de una cultura del encuentro en torno al agua y al saneamiento como derechos universales. La ciencia, la cultura, la política y la tecnología pueden contribuir al logro de sociedades más justas, solidarias y equitativitas comprometidas con el cuidado de la casa común.
Roma Statement 2017
Click here | Original Version at Pontifical Academy of Sciences
In his encyclical Laudato Si, Pope Francis presents the main issues related to the human right to water, including the lack of access to drinking water, sanitation, and continued inequality of quality and availability of resources. The encyclical also refers to the repercussions of droughts and floods on food production, the prevalence of pollution-related diseases and warns us against a «green economy» that is often green not because it is ecological, but because it treats nature as a commodity.
The socio-environmental crisis that we face arises from environmentally irresponsible human action that has resulted in spreading socio-environmental injustice, increasing inequality and poverty, and a lack of adequate food supply. Throughout the world, the lack of access to safe water and the pollution of water sources seriously and increasingly affects quality of life, particularly women, the poorest, and the most vulnerable. In addition, thousands of people put their lives at risk by demanding the right to water or by actively defending natural resources.
Production models focused on fossil fuels are directly responsible for global warming. Climate change, like water scarcity, is a consequence of human action. The degradation of the environment has increased exponentially and today the world faces the consequences of economic models of production that «privatise the profits and socialise the losses». In regions such as the Amazon, deforestation and pollution of water sources have accelerated in recent decades as a result of the development of mining, production and developing infrastructure, leading to potential conflicts varying in nature and scale.
Many cultures, societies and religions of the world recognise water as a spiritual and material principle of life, thus finding common ground. They also recognise that everything in the universe is connected and that the care for the common good requires solutions based on cooperation, solidarity and a culture of dialogue. On this basis, new paradigms must be built in which humanity does not claim unlimited and disrespectful dominion over nature, but rather exercises a collective responsibility.
Those most affected by the scarcity of water and a lack of basic sanitation must be involved in the developments towards universal access. Everyone is called to participate actively in caring for our common home, each with their own experiences, initiatives and capabilities. Households, neighbourhoods, cities, regions and countries, with small and large responses and actions, are called to guarantee universal access to safe water and sanitation, and to exercise the responsibility to our fellow human beings and to the generations to come.
Ensuring the human right to safe water is essential for the exercise of other rights such as food, health and welfare. Human rights provide a normative basis and constitute a source of authority and legitimacy for realising universal and fair access to this resource. The inclusion of the right to clean water and sanitation in international agreements, instruments and declarations is indispensable for the development of human life. For this reason, the recognition of access to clean water and sanitation as a fundamental human right is indisputable.
Although the challenge is great, we rely on solidarity and collective sensitivity, fruits of the dialogue of philosophies, knowledge, spiritualties and epistemologies. There are currently many valuable projects and initiatives working towards the care of our common home and we have a better understanding of the problem, not primarily as an issue of scarcity but as an inadequate management of the resource. Today we know that the use of fossil fuels in energy generation contributes to climate change but we have inherited a significant body of scientific knowledge, as well as clean energy technologies that can help mitigate global warming. Today, we know what we have to do: develop another paradigm of development, centred on the care of our common home, centred on solidarity, equality and justice in the use and management of water.
Many of today’s economic and production systems, ways of life, and consumption behaviours cause environmental degradation. We need an education that fosters a cultural change around the recognition of the other and the defence of water and ecosystems; we urge a cultural change in which science and technology can make fundamental contributions to the preservation of water and its universal use. More effective legal tools are needed to protect common assets and a human rights perspective can ensure that water supply and sanitation do not fall under the influence of powerful groups, but are safeguarded by binding legal obligation.
We need governments that have the will and political force to generate the necessary changes, following the moral imperative of the Sustainable Development Goals approved after Pope Francis’ address to the United Nations, in particular points 6 and 14. This requires a collective commitment to the creation of global, state and local public policies that incorporate real and effective participation in the full exercise of citizenship and the concern for the common good. Today it is urgent to reach a consensus on models of governance that allow for the formation of an authentic culture of water. Governments must also ensure the safety and lives of all those who work for the right to water and the preservation of nature.
The recognition of rights must be met by a universal responsibility for action. This implies changes in lifestyle, production and consumption, as well as the development of renewable and clean energy. The provision of safe water in necessary quantities and the collection of wastewater and its disposal by environmentally adequate means, contribute to the care of our common home and people’s dignity, whilst also contributing to the development of responsible citizenship amongst present and future generations.
Each of us, scientists, entrepreneurs, politicians, labourers for humanity, must be aware that the threat of climate change demands concrete and urgent measures. In the encyclical, Pope Francis proposes the development of an integral ecology for the care of our common home, inviting a collective and joint mobilisation for the defence of universal access to safe water by governments, institutions, the private sector, workers and societies around the world. Uniting with a collaborative commitment and collective action is necessary to demonstrate the urgency of the change of the instrumental rationality towards a true intergenerational solidarity. We call for the implementation of an integral ecology, incorporating environmental, economic, social and cultural dimensions, for fostering a culture of encounter, which acknowledges the human right to water and sanitation. Science, culture, politics and technology all have a part to play in achieving societies of justice, solidarity and equality, committed to the care for our common
Firmantes / Signatories
- Pope Francis
- Card. Claudio Hummes
- Msgr. Marcelo Sánchez Sorondo
- Jerónimo Ainchil
- Alejandra Alberdi
- Dogan Altinbilek
- Cristian Asinelli
- Juan Ayala
- Adrián Bernal
- Asit Biswas
- Emilia Bocanegra
- Rutger Boelens
- Valeria Bubas
- Rebeca Céspedes
- Keshav Chandra
- Michael Cohen
- Ismael Cortazzo
- Elena Cristofori
- Emilio Custodio
- Magalid Cutina
- Leandro Del Moral
- Gabriel Eckstein
- Emanuele Fantini
- María Feliciana Fernández García
- Ana Ferreira
- Alfredo Ferro
- Héctor Floriani
- Enrique García
- Alberto Garrido
- Peter Gleick
- Adrián González
- Quentin Grafton
- Joyeeta Gupta
- Pedro Hughes
- Giulia Lanzarini
- Luis Liberman
- Marcelo Lorelli
- José Luis Inglese
- José Luis Lingeri
- José Paulino Martínez Cabrera
- Ugo Mattei
- Hugo Maturana
- David Molden
- Alberto Monfrini
- Daniel Nolasco
- Virginia Oliver
- Rosa Pavanelli
- Ivo Poletto
- Pedro Romero
- Gabriela Sacco
- Carlos Salamanca
- Farhana Sultana
- Danya Tavela
- Cecilia Tortajada
- Jorge Triana Soto
- Jerry van den Berge
- Gianni Vattimo
- Virgilio Viana
- Alessia Villanucci
- Martin Von Hildebrand
- Aaron Wolf
- Ana Zagari
- Christian Ferrando
- Christiane Torloni
- José Romero
- Laureano Quiroga